El cielo arranca las brumas de su cuerpo,
y dora con las lagrimas de la lluvia,
su espalda encerrada en la amargura,
atravesando el fuego de sus celos.
Custodiando los versos de su rubrica,
para evitar que gota a gota,
muera un poco mas su cuerpo.
Y el sol deja entrar sus rayos,
y los arrastra moribundos,
por la tierra de su cementerio,
que lleva a la puerta de su alma,
escarbada en la tierra.
Y los cuervos se posan en su pelo,
y de sus blancas manos,
crecen rosales sin espina,
que al caer la noche se abren,
dejando su perfume a sangre morisca.
diumenge
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