dilluns

Día gemelo de un día duro

Me despierto lentamente con un bostezo aullador, me levanto y me quedo sentado encima de la cama, la sabana se a adherido a mi espalda como una gasa empapada a una herida, me incorporo al fin y me dirijo al cuarto de baño, ya son las 10:45 de la mañana, demasiado cansado para estar despierto, demasiado consciente para permanecer tumbado.

Me miro al espejo y visito mi cara de forma repetitiva, un día, tras otro, tras otro, tras otro.
Parece que me haya atrapado el reflejo, me doy la vuelta y abro el grifo de la ducha, mientras me reflejo en las húmedas paredes de cerámica verdosa oscura, un día, tras otro, tras otro, tras otro.
Salgo desnudo y me seco con la toalla, y por mucho que me seque parece que nunca lo consigo del todo, siempre permanece húmeda.

Vuelvo al cuarto y me visto, desayuno tarde un huevo duro que sobro de anoche, recojo el manojo de llaves, y cierro la puerta con llave.

Bajo en el ascensor y de nuevo un gran espejo custodia mi descenso a la calle, le doy la espalda, registro mis bolsillos, tengo algo de calderilla, podré comprar un paquete de tabaco mas, hoy parece que el día no se a torcido del todo.

Abro el portal, enseguida el sonido del discurrir incesante de la no-vida hace su entrada en mi escena, coches, conversaciones subidas de tono, ruidos pueriles de niños jugando en el parque, frenazos, silbidos; Vida embotellada en un frasco de formol.

Paso de largo del primer bar, me meto en el segundo, saludo al currito charlatán que al verme entrar esboza una mueca y me saluda. Me acerco a la maquina de tabaco, una camarera bajita rubia y gorda como una peonza, le da al botón para que pueda echar mis escasas monedas a la maquina.

Agradezco su participación a la mujer-peonza, me acelera el proceso de morir lentamente, recojo mi caramelo y me dirijo a la plaza.

Allí tan solo veo a abuelos y críos asediando las tristes instalaciones, que el ayuntamiento a logrado invertir para lavar la cara algún político, con pretensiones de hitlerismo cobarde.

Me dirijo al final de la calle, me meto en una ETT, pregunto para apuntarme a una mujer-peonza, inmensa, parece que el escritorio sea su cinturón, en vez de su mesa de apoyo.

Me mira y me pide que le escriba los datos en el formulario y que firme, lo hago.

Observo antes de finalizar el panorama que engullen mis ojos, un portugués, una paio-pony y una cría pequeña de hibrido mestizo, están mas cerca de heredar la tierra que yo, aunque eso nunca me importo mucho la verdad.

Por mi como si montan la Disneylandia de los Recipientes Vacíos. Le entrego el formulario a la mujer inmensa, lo acepta, me largo.

Salgo a la calle me enciendo un cigarro, un duro día de trabajo, me merezco una cerveza, camino hacía el bar...

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